«Buenas noches, Gibara», resuena la voz de Jorge Perugorría en la plaza de la Villa Blanca de los Cangrejos. La multitud que desfiló por la calle principal y se congrega para la inauguración de la 16 edición, ve y escucha al presidente del evento: «Como digo siempre, esta es la última película de Humberto Solás y los gibareños son sus protagonistas; para ustedes se hace este Festival. Nuestro llamado este año es ¡volver al cine!». Pero el que se robó el corazón de los espectadores en el papel de David en Fresa y chocolate y al que todos nombran, cariñosamente, Pichi, no aparece de cuerpo presente.
Él no hubiera querido faltar a la cita cinematográfica que encabeza desde 2016 y que este 2022 —tras dos años sin celebrarse por la COVID-19—, tiene lugar entre los días 2 y 6 de agosto. Su trabajo como actor le ha obligado a permanecer en España.
¿Cuáles razones llevaron a Pichi a tomar las riendas de lo que Solás fundó en Gibara con el nombre de Festival Internacional de Cine Pobre y hoy es Festival Internacional de Cine, a secas? Tras cinco ediciones bajo su cargo, ¿qué aportes ha hecho él?
También, ¿por qué considera que este proyecto es indispensable para la cultura cubana? Y en el futuro, ¿qué rol va a jugar dentro del Festival de Gibara? A todas estas preguntas responde Jorge Perugorría en unas declaraciones exclusivas para Altercine desde Madrid.
El día que Pichi descubrió la grandeza de Solás
«Hay una anécdota que pocos conocen, de cuando se estrenó Fresa y chocolate en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de 1993. Al terminar la película, en medio de la emoción por la recepción del público que estuvo quince minutos aplaudiendo, se me acercó Humberto Solás, nos felicitó y abrazó, y dijo: “Titón ha hecho su segunda Memorias del subdesarrollo, me toca a mí hacer mi segunda Lucía”».
»Aquello me impresionó mucho, porque había una mística sobre la competencia entre los dos cineastas más icónicos de nuestro cine. Pero el gesto de Humberto significaba una historia de amor por el cine cubano que trascendía cualquier rivalidad.
»Por eso cuando me llamó para filmar Miel para Oshún, y aunque por esa época yo hacía hasta cinco películas al año, y me solicitaban en España y otras partes del mundo, rechacé todas las propuestas y vine, por compromiso con Humberto y con el cine cubano, que fue donde nací como actor, mi punto de partida.
»Esa película fue muy especial. Pienso que Humberto estaba intentando hacer su segunda Lucía, con ese personaje del cubano que se fue del país y que regresa para rencontrar a su madre. Pero su madre, con su idiosincrasia y su cultura, es una metáfora de la madre patria. Y además es un retrato de la mujer cubana y de su emancipación, al tiempo que una imagen neorrealista de lo que es la mujer dentro de la Revolución.
»Ver a Solás, una especie de Luchino Visconti que había hecho las más grandes superproducciones cubanas y el cine estéticamente más impecable, bajar a la tierra y trabajar con un presupuesto humilde, me hizo sentir que estaba participando en algo diferente, algo nuevo».
Perugorría en el preludio de un festival diferente
«Enseguida que Humberto me llamó lo dejé todo y acudí para su película», recuerda Pichi, y la chispa que alumbró el origen del Festival del Cine Pobre en Gibara prendió ahí, en la filmación de Miel para Oshún. Era el primer largo de ficción que se hacía con fotografía digital en Cuba, y comprendía un viaje por toda la isla, incluida la Villa Blanca del oriente cubano.
«En ese escenario ocurría la secuencia del robo de la bicicleta que ofendió a los gibareños. Pero el pueblo noble no merecía quedar en la historia del celuloide como un lugar taimado; y Solás lo resarció ubicando ahí su proyecto de una fiesta internacional del cine y de todas las artes.
»Gibara ya había sido locación de uno de los cuentos de Lucía. Humberto veía esa comunidad como un pequeño pueblito de Italia, de los que salen en las películas del neorrealismo ―explica Perugorría―. La que alguna vez había sido una ciudad próspera estaba completamente olvidada y detenida en el tiempo, y Humberto, enamorado de ella y de su gente, quiso devolverle el esplendor y colocarla en el mapa del mundo.
»Humberto tenía claro que la grabación digital era en ese entonces la posibilidad para un cine de poco presupuesto. Y que Gibara y sus habitantes eran el espacio y los personajes ideales para fundar un festival que estimulara a los jóvenes a filmar bajo esas condiciones. Aunque sin abandonar la riqueza de ideas, la calidad artística y el compromiso ético, tal y como él lo enunció en su Manifiesto del Cine Pobre».
De cómo Pichi contribuyó a una fiesta multicultural
«Tiempo después, durante los preparativos de la producción de Barrio Cuba y buscando locaciones por el oriente, acompañaba a Humberto, y cuando andábamos por Holguín, él no quiso perder la oportunidad de encontrarse con las autoridades de Gibara. Ya estaba aprobado el Festival, y vestido con su guayabera blanca, pactó oficialmente las condiciones de la primera edición de Cine Pobre», evoca Perugorría.
»Desde entonces, le ofrecí mi colaboración con la parte musical, brindándole a todos mis amigos trovadores y cantantes populares del momento. Siempre me he sentido muy ligado a la música y quise ayudar para ampliar el Festival hasta el concepto de una fiesta multicultural.
»No pude participar en esas primeras ediciones, pero sí me enteraba de sus resultados. Al principio había que alojarse en Holguín o en las casas de pobladores de Gibara; pero poco a poco aparecieron las paladares, los hostales y hoteles, evolucionó el emprendimiento y se fue mejorando y creando una infraestructura. Gibara se transformaba y empezaba a crecer a partir del estímulo que significaba alojar ahí un evento internacional.
»Humberto siempre tuvo esa visión amplia. En lo cultural, con la variedad de manifestaciones artísticas; y en lo social, con la intervención en el desarrollo local. Creer que la cultura puede cambiar las cosas, hacer mejor a la gente, mejorar los barrios, mejorar el nivel de vida: esa fue una lección que aprendí de él y que apliqué más tarde, cuando me llegó la hora».
Perugorría, líder del Festival: la historia
«Luego de la muerte de Humberto, su hermana Elia y sus sobrinos Sergio y Aldo Benvenuto Solás sostuvieron el Festival y no dejaron que se perdiera. Sin embargo, ellos quedaron afuera y el ICAIC colocó al director de cine Lester Hamlet para dirigirlo», prosigue Perugorría.
«De pronto Lester se fue también y el Festival se quedó sin rumbo, ya sin Humberto ni su familia para defenderlo. Entonces a alguien se le ocurrió llamarme. Yo estaba rodando en ese momento Cuatro estaciones en La Habana, serie basada en el personaje de Mario Conde, de Leonardo Padura, pero nunca manejé la opción de no aceptar. Aun hasta yendo en contra de mi familia dije que sí, porque Gibara no se podía perder. No resultó fácil, porque el equipo de organización que encontré, lejos de ayudarme, me dificultaba más la tarea de salvar ese proyecto. Fue una bronca de principio a fin… (Ríe)
»Tengo la suerte de tener tantos amigos pintores, músicos, cineastas, actores, que me apoyaron desde mi primer festival en 2016. Logré aunar grandes figuras de la cultura, con las que conté y no me defraudaron.
»Me considero un gran afortunado como actor cubano ―valora Perugorría―. Participé en las dos últimas películas de Tomás Gutiérrez Alea (Fresa y chocolate y Guantanamera), y fui parte también de las dos últimas de Humberto Solás: Miel para Oshún y Barrio Cuba.
»Soñé y leí junto a Humberto la que habría sido su próxima película. Llegamos a hacernos muy amigos. Lo recuerdo como alguien maravilloso, como hombre y como intelectual. Por eso me dije que el Festival no podía acabarse, porque era otra película de Humberto, lamentablemente su última, pero tenía que ser una película interminable, que lo mantuviera vivo por siempre».
Gibara en las manos de Pichi
«Aquella era una etapa de cambios, y con el acercamiento entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos durante el mandato de Obama se constataba una mayor prosperidad ―rememora Perugorría―. El Festival estaba dejando una huella importante como proyecto cultural aliado del crecimiento económico de la ciudad, y en 2017 las autoridades declararon oficialmente a Gibara como destino turístico.
»Por ello al convertirme en su presidente, decidí cambiar el nombre de Festival de Cine Pobre por el de Festival Internacional de Cine de Gibara, con la idea de que creciera en todo su potencial, no solo como evento cultural más importante del oriente de Cuba, sino que llegara a convertirse en uno de los más importantes del Caribe. Soñaba con la magia de Gibara atrapando a invitados de cualquier parte del mundo, que compararan esa experiencia única con su participación en Venecia, Cannes o San Sebastián».
El nuevo título no significaba, sin embargo, una renuncia al concepto de Solás acerca de estimular un cine de autor de bajo presupuesto. «Quise combinar ambas cosas, y en ese sentido buscamos dinero para mantener un premio dedicado a guiones y proyectos en desarrollo que cumplieran con esa premisa», aclara Pichi.
«Mi aporte más personal fue que existieran los premios Lucía y que cada año se entregaran tres, el mismo número que las protagonistas de ese filme antológico. A mi amigo Rafael Pérez Alonso le pedí que hiciera la estatuilla en representación de la mujer cubana y emancipada. Hubiera querido darle un Lucía de Honor a las tres actrices y pudimos hacerlo con Eslinda Núñez y Adela Legrá. Para Raquel Revuelta era tarde ya».
Perugorría advierte que el Festival nunca debe morir
«No conozco en Cuba otro proyecto cultural que haya cambiado tanto la vida de una ciudad ―asegura Pichi―. Es un referente sobre la necesidad de siempre apostar por la cultura y un ejemplo de lo que debe defenderse como proyecto de desarrollo local. Para el proyecto de la Galería Taller Gorría que ahora mismo tengo en San Isidro, ha sido una gran inspiración».
Hay muchos temas que el Festival ha introducido en la comunidad y que nunca debe abandonar. «Desde hace tiempo se vienen haciendo conferencias y actividades implicadas en los temas de género, de medio ambiente, de emprendimiento… ―precisa Perugorría―. A la comunidad hay que darle herramientas para mejorar su entorno e influir en el desarrollo de su mentalidad. Ese era el sueño de Humberto: transformar Gibara y su gente».
Sobre retos por delante, Pichi piensa: «Este evento puede ser una motivación más para los creadores de todas las artes en Cuba y encima ocupar un papel de mayor protagonismo en el escenario del cine cubano. Hay que aspirar a que los cineastas cubanos no solo lleven su obra y participen, sino que lleguen a disfrutar el festival y sentirse parte de él.
«Para los jóvenes cineastas, sobre todo después de los problemas ocurridos con la Muestra Joven, el festival de Gibara podría asumir, quizás, ese movimiento del cine joven mientras no encuentren un espacio para ellos».
Pichi y su futuro en el Festival: una confesión
«En uno de esos atardeceres fantásticos de Varadero, estando con mi esposa Elsita, mis hijos, y con Benicio del Toro, el actor portorriqueño sirvió como testigo de mi confesión a Sergio Benvenuto Solás, con quien me encontré providencialmente en la playa», se acuerda Perugorría.
«“Me comprometí a tomar la dirección del Festival y llevarlo adelante por Humberto y lo que el proyecto significa para los gibareños; y también para llevarte a ti y a tu familia de vuelta, porque sé que Humberto lo creó al lado de ustedes y para mí tienen derecho de autor. ¿Quién mejor que tú, Sergito, para darle continuidad a la obra de Solás?”. Así le dije a Benvenuto.
»En estos años, lo que he hecho es un acto de magia, o de brujería, para no dejar que muera y entregárselo finalmente a la familia Solás. Ojalá mis palabras sean escuchadas y la dirección del ICAIC y el Ministerio de Cultura entiendan que la persona ideal para continuar al frente del evento se llama Sergio Benvenuto.
»Hasta aquí ha llegado mi viaje en compañía del Festival Internacional de Cine de Gibara. Ahora siento que ya he cumplido mi misión. Una labor sanadora, de reconciliación, que siento hoy más necesaria que nunca, no solo para salvar este Festival, sino también para salvar a la nación cubana».